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Cuando el pueblo se dio cuenta de lo que sucedía, exclamó: «¡No podemos quedarnos con el arca del Dios de Israel ni un minuto más! ¡Él está en contra de nosotros! Todos seremos destruidos junto con Dagón, nuestro dios». De modo que convocaron a los gobernantes de las ciudades filisteas y les preguntaron:

—¿Qué debemos hacer con el arca del Dios de Israel?

Los gobernantes deliberaron y contestaron:

—Trasládenla a la ciudad de Gat.

Así que trasladaron el arca del Dios de Israel a Gat. Pero cuando el arca llegó a Gat, la mano dura del Señor cayó sobre sus hombres, jóvenes y mayores; los hirió con una plaga de tumores, y hubo gran pánico.

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